Ser mejores aliades de ruta

Por Inés Kudó

“No basta con querer a los hijos, también hay que creer en ellos”, se titula esta entrevista con la psicóloga María Jesús Álava, con la que abrimos nuestra primera reunión de papás y mamás del año, esta semana. El tema elegido por elles fue: cómo ser mejores aliades de nuestros Pumas en su ruta, ahora que tienen más libertad para decidir cómo gestionar su tiempo. 

Las familias de Tinkuy creen en sus hijes; creen que son capaces de desarrollar sus talentos con autonomía y con responsabilidad. Por eso, papás y mamás se comprometen, por escrito, a no intervenir para resolverles sus problemas, a darles espacio y tiempo para aprender a su propio ritmo, a dejarles enfrentar las consecuencias de sus decisiones, y a celebrar su progreso. Los Pumas, por su parte, se comprometen a dar lo mejor de sí y rendir cuentas sobre su trabajo. 

Honrar estas promesas es sumamente difícil, pues hay creencias contrarias que activan nuestros temores y socavan nuestra confianza, hasta que finalmente no resistimos más y cruzamos la línea: y preguntamos, presionamos o intervenimos fuera de lugar. Los Pumas nos cuentan algunos ejemplos de reacciones que no les ayudan o que les hacen sentir que no creemos en ellos:

  • Cuando me explica lo que tengo que hacer una y otra vez. Me aburre.

  • No me sirve, ni me ayuda ni me gusta cuando se enojan conmigo porque no hice suficientes gemas.

  • Cuando en la clase de fútbol me dice qué tengo que hacer o no hacer.

  • Que me recuerde que tengo que completar mi badge de lectura.

  • Que me recuerden todos los días que tengo que trabajar, así incluso cuando trabajo.

  • Que me critiquen.

  • Que me diga exactamente lo que tengo que hacer porque yo ya lo sé. No presto atención.

  • Cuando me dice que tengo que hacerlo porque tatatatatata. Y yo ya lo sé y lo repite y lo repite y lo repite hasta que exploto.

  • Cuando me da las respuestas directamente y encima me hace equivocarme.

  • Cuando me equivoco y me dice: "¡¡Qué hiciste!!" Y hace todo un drama.

  • Cuando me ahoga de preguntas: ¿qué hiciste? ¿Y por qué no? ¿Y por qué sí? ¿Y por qué no preguntaste?

En este post, quiero compartir mis reflexiones sobre tres mitos de la crianza y educación tradicionales que nos dificultan esta tarea, y cómo podemos cambiar nuestra mirada para ser mejores aliades de nuestros Pumas. 

Mito 1: “Entre jugar y estudiar, une niñe nunca escogerá estudiar” 

Muches adultes creen que les niñes solo quieren jugar y que odian estudiar. Eso es porque, en general, el colegio hace que estudiar sea “odioso”. Pero en la experiencia de Tinkuy, casi todes les niñes aprenden a organizar su tiempo combinando el juego y el trabajo. A les niñes, naturalmente, les gusta desafiarse. Por eso, nuestra tarea como guías es ofrecerles retos que sean inspiradores, emocionantes, relevantes para su ruta. Pero no todo lo que les toque hacer será divertido; también es importante que los Pumas aprendan a enfrentarse a retos difíciles y frustrantes, incluso tediosos. Para eso están la gamificación, los incentivos y la rendición de cuentas. 

Es cierto que a falta de opciones o incentivos, une niñe escogerá jugar. En cambio, en un marco de libertad, gamificación y rendición de cuentas, les niñes tienen muchas razones para elegir trabajar: la actividad o el aplicativo les encanta; quieren estar donde están sus amigues; quieren cumplir con los requisitos para ser parte del studio; tienen acuerdos con su familia; les falta poco para ganar un badge; quieren batir su récord; quieren canjear algo… razones sobran. 

Mito 2: “Jugar es perder el tiempo”

Cuando, a pesar de todo lo anterior, un Puma solo elige jugar, lo más probable es que realmente lo necesite. Puede ser que fuera de Tinkuy no tenga espacios de juego libre con otres niñes o que su agenda esté llena de actividades estructuradas. Tal vez se la pasa en casa solo o tiene una gran necesidad de movimiento o de socialización. O tal vez está atravesando por un momento emocional muy difícil que no le permite enfocarse en trabajar, y el juego le alivia un poco. Sea lo que fuere, el juego es una necesidad importante, y permite también que afloren señales de alerta.

En cualquier caso, jugar no es una pérdida de tiempo. Todo lo contrario. Además de todos los beneficios socio emocionales y psicomotrices que ya mencionó Adriana en el post anterior, el juego y el movimiento contribuyen de manera fundamental al desarrollo cognitivo y sientan las bases para múltiples aprendizajes futuros, incluyendo la lectoescritura y las matemáticas, pero ciertamente mucho más.

Les niñes hoy tienen muy pocas horas de juego libre —por lo general, cuando el horario o le adulte lo dispone—. Es importante, por eso, devolverles un poco de poder de decisión no solo sobre en qué y con quién juegan, sino sobre cuándo y cuánto juegan. Esto va a moldear su cerebro y su salud mental para el futuro, además de regalarles un presente mucho más significativo y recuerdos que atesorarán toda la vida. 

Mito 3: “Si se atrasa ahora, luego será peor”

Los Pumas en Tinkuy avanzan en su currículum (Badge Plan) a su propio ritmo. Eso quiere decir que algunos van más rápido que otros, y algunos avanzan en unas áreas más rápido que en otras. Aunque hay varios Pumas que tienen badges adelantadas por encima de su nivel, actualmente la mayoría de Pumas debe badges de niveles anteriores a los que les corresponde trabajar este año según su edad (entre 3 y 20 badges). Este es, en parte, un legado de la pandemia, pero también es una característica del proceso educativo: certificar un badge con excelencia toma tiempo. 

Por eso, deber un badge no quiere decir, necesariamente, no “saber”. Tampoco es que los Pumas se atrasen debido a la libertad que tienen al estar en Tinkuy: desarrollan las competencias incluso en mayor grado que muches que llegan de fuera (excepto la caligrafía). Un Puma que ingresa a los seis años ya viene, en promedio, con 4 badges de retraso respecto a Pumas de Tinkuy, y por cada año adicional de escolaridad tradicional que haya recibido, la brecha suma uno a dos badges más.

Importa lo que escogemos ver, hacer y decir

Una mamá compartió en la reunión de esta semana que su hijo le mostró lo que había escrito para su badge de escritura Level 1, el último que le falta para graduarse a Discovery. Era un cuento sobre “la peor semana de su vida” en el que narraba con dramatismo lo que le había ocurrido y cómo se había sentido. Y lo que ella vio fue que no se entendía la letra y no había separado las palabras. Otres compartieron anécdotas similares en diferentes contextos. Probablemente todes hemos hecho lo mismo en algún momento. Confieso: yo también lo he hecho. Porque sabemos que pueden dar más, ser más y hacer más, muchas veces escogemos ver lo que creemos que falta, y no lo que ya está ahí. 

Comparamos a nuestres hijes —que (creemos) “todo el tiempo se la pasan jugando”— con otres niñes de colegios regulares que “están en clase estudiando”, y pensamos que les nuestres “no deben estar aprendiendo”. Pero no vemos que a los seis años ya están leyendo fluidamente y escribiendo cuentos enteros, sumando y restando hasta 20 mentalmente, cuando sus pares en colegios regulares recién van a empezar a silabear. 

Escuchamos a nuestres hijes confundir un dato, una fecha o un lugar histórico, y nos preocupamos por sus conocimientos, por cómo darán un examen de admisión. Pero cuando esta semana fueron al Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú, las guías del museo quedaron impresionadas por la curiosidad y el interés de los Pumas por saber de su pasado, por el entusiasmo con el que las llenaban de preguntas y por toda la información que manejaban. Comentaron, sorprendidas, que eso no es usual, porque están más bien acostumbradas al desinterés, al desconocimiento y a la apatía de les escolares que visitan el Museo. 

Pero lo que escogemos mirar (y dejar de mirar), hace que reaccionemos con acciones, palabras y gestos que hacen a nuestros Pumas sentirse inadecuados, inseguros o insuficientes; que los hacen pensar que no creemos en ellos o que no confiamos en que van a poder superar sus dificultades o aprender de sus errores sin nuestra ayuda. 

Como compartí más arriba, los Pumas me contaron que cuando sus papás o mamás les decimos qué hacer o no hacer; cuando les exigimos más de lo que ya están haciendo; cuando les llenamos de explicaciones o preguntas sobre por qué; cuando criticamos y hacemos “drama”, ellos sienten que no les estamos ayudando. Se aburren, se abruman, se sienten mal. Es decir, básicamente, cuando incumplimos nuestro compromiso de “darles espacio y tiempo para aprender a su propio ritmo”. En cambio, cuando les ayudamos a encontrar estrategias para recordar sin reclamar; cuando acordamos consecuencias predecibles, positivas o negativas (celebraciones o penalidades, no importa), pero sin dramas, críticas ni sermones, eso les sirve y les ayuda. En sus propias palabras, estas son algunas reacciones de sus papás y mamás que sí les ayudan y les hacen sentir que creen en ellos:

  • Soy un caso de memoria super olvidadiza, y si me recuerdan siempre es más probable que en algún momento lo haga.

  • Que me deje que yo me acuerde sola. Escribirlo en un papel y pegarlo en mi cuarto para acordarme.

  • Cuando me dan ideas para acordarme que tengo que hacer algo.

  • Que me ayuden a entender lo que tengo que hacer cuando estoy atracado. 

  • Que me digan que puedo jugar en la computadora si cumplo mis metas.

  • Me dice que si no hago algo "menos 1 sol" o "menos 7 soles" o "no vas al cumpleaños". Eso me sirve.

  • Que nunca me pone exactamente mi meta sino que yo me pongo la meta.

  • Cuando me dice "¿qué puedes hacer la próxima vez para que no vuelva a pasar?".

  • Que me diga "mañana te pones las pilas para poder hacerlo".

  • Cuando me dicen "tú puedes, esfuérzate". 

  • Cuando me dijo que ella estaba segura de que yo sí iba a poder aunque. yo sentía que no podía. Saber que ella creía que yo era capaz.

  • Cuando yo decía que no iba a poder y me dijo "pase lo que pase vas a dar tu mejor esfuerzo y yo voy a estar contigo".

Cuando les demostramos que creemos en ellos, cuando les alentamos con mentalidad de crecimiento y les hacemos saber que cuentan con nosotros incondicionalmente, pueden superar obstáculos que ellos creyeron insuperables. 

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