Por Rosa Torres
Las personas que trabajamos con infancias sabemos que no existe una única fórmula de ser, estar y acompañar a les niñes. Por eso, la perspectiva es nuestra mejor aliada; ya que nos permite repensar acciones, frases e ideas respecto a una situación cotidiana con los Pumas. Acompañarlos es un proceso dinámico y orgánico, en constante evolución.
Cuando decidí asumir el reto de estar en Tinkuy, sabía —en teoría— lo que era construir mi Hero’s Journey. En la práctica, sin embargo, me permito explorar y repensar esta ruta constantemente. No es sencillo; pero es valioso en sí mismo: deconstruir ideas, comprender metodologías y formas de accionar; cuestionar las palabras que escogemos decir; hacer preguntas Socráticas; tener mirada crítica y autocrítica; rescatar lo valioso que puede haber en el fracaso, y encontrar en mi compañera una voz valiosa para discutir estrategias que pueden servir en el Studio y lo que nos funciona a nosotras como Guías.
El reto es continuo y estoy disfrutando el proceso. Estas líneas son una invitación a que conozcan, desde mi perspectiva, situaciones que hacen mi proceso de ser Guía un camino enriquecedor y que el Ser Guía va más allá de lo que a simple vista se pueda creer.
El arte de no intervenir: observar, escuchar, acompañar
Es día de Quest y los Pumas se organizan para el challenge grupal. El Studio se divide en dos grupos. Tienen los materiales, la consigna y eligen a su capitán. Asumen el reto: armar un canal de agua con tubos. Dialogan, empiezan a cortar cintas e ir probando con el agua. Unos minutos después, uno de los grupos señala que ya terminó. El circuito funcionó, sin embargo, solo algunos Pumas del equipo alcanzaban a echar el agua, ya que el tubo estaba muy alto. Entonces un Puma asumió el liderazgo —no necesariamente era el capitán—, e invitó a los otros Pumas a replantear su circuito. Cambiaron tubos, cortaron las cintas, y organizaron todo de nuevo para que todes puedan echar agua. Eventualmente, el equipo logró comprobar que el circuito funcionaba correctamente.
Mientras esto sucedía, yo tomaba nota de cada expresión, respuesta y actitud del equipo. Estas son mis apreciaciones:
Los Pumas y su empatía: los Pumas tienen internalizado que todos tienen derecho a experimentar y comprobar que el circuito funciona, como un acuerdo implícito, natural. A pesar de que su trabajo había funcionado originalmente, no se detuvieron hasta rehacerlo para que no solo algunos pudieran participar, sino que TODOS puedan echar agua sin ningún problema. Para elles, no es una opción que solo algunos Pumas puedan disfrutar, sino que es un derecho de todos.
Los Pumas llegan a consensos: todos los Pumas querían echar agua y comprobar que el circuito funcionaba. Por eso, conversaron y llegaron al acuerdo de turnarse para que todos puedan echar agua en cantidades pequeñas, y así poder hacer el ejercicio varias veces. Esto lo lograron gracias a su capacidad para negociar y consensuar entre elles.
La importancia del silencio: ¿se imaginan qué hubiera pasado si yo intervenía? ¿Si hubiera verbalizado mis conocimientos en estrategias y saberes de adulta para “ayudarlos” a “optimizar su tiempo”? ¿Si les hubiera sugerido qué tubos usar o no usar para que sea “más práctico el proceso”? Reconocer cuál es mi cometido y aprender a guardar silencio; ¡esa es la cuestión! En ese momento solo exclamé: “¡Qué difícil es ser Guía!”.
Infancias autónomas: “una Guía para cada uno”
Durante una discusión en el Studio, un Puma compartió su preocupación al grupo: “necesito una Guía para no distraerme en el camino al parque”. La Guía preguntó al círculo: “¿qué creen que podría hacer el Puma frente a esta preocupación: necesita realmente una Guía o trabajar en enfocarse poco a poco?”. El Puma respondió: “Es que debería haber una Guía para cada uno”, a lo que la Guía respondió: “Ustedes son 11 Pumas en el studio. ¿Crees que deberían haber 11 Guías?”. Los Pumas, que escuchaban atentamente el debate, empezaron a alzar sus manos para intervenir; se escucharon respuestas como: “nooo, serían muchos adultos…”; “quizá podría haber tres Guías”; hasta que alguien dijo: “Debería lograr enfocarse poco a poco en no distraerse. No se necesita una Guía para eso”. Los demás Pumas asintieron en señal de que estaban de acuerdo.
Esta situación hizo que, en microsegundos, me cuestionara muchas cosas: ¿de dónde viene su necesidad de estar con una Guía para no distraerse?, ¿lo habrá escuchado de otre adulte?, ¿necesitará acompañamiento?, ¿es un caso de inseguridad?, ¿necesitará, más bien, darse cuenta de su potencial y de quienes lo rodean para encontrar herramientas para no distraerse?, ¿por qué necesita del adulto para eso? Pensé en el entorno que rodea a los Pumas; un medio adultocentrista que no permite que se visibilicen las capacidades de las infancias. Esto ha cambiado notablemente en los últimos años, con nuevas miradas sobre les niñes; sin embargo, el camino aún es muy largo.
En respuesta a su preocupación, le recordamos al Puma que puede encontrar en su grupo herramientas que usen otros Pumas para evitar distraerse. La respuesta la tienen los mismos Pumas y no necesariamente las Guías. Este es otro reto: no responder preguntas, sino buscar la manera en que los Pumas puedan llegar a una respuesta a través de ellos mismos y de sus pares, de esta manera los empoderamos y desarrollamos su capacidad de resolución de problemas.
Quiero terminar estas líneas expresando mi agradecimiento a los Pumas, que cada día me comparten sus pensamientos, conflictos e interrogantes, y me recuerdan que no se debe perder la sensibilidad —¡jamás!—, porque el mundo es constantemente nuevo para elles.