La ruta de un Spark

Por Yassira Huarcaya

A lo largo de mi experiencia acompañando inicialmente a Explorer y posteriormente Spark, he logrado identificar una variable que se repite a lo largo de la ruta de héroes. A veces varía, pero me atrevo a decir que casi todos los Pumas que han transitado desde muy pequeños tienden a ir por una ruta muy similar. 

Cuando un Puma ingresa a los tres años al studio crea un vínculo cercano con las guías,  mientras encuentra su lugar y va conociendo todo. Durante los primeros días, luego de despedirse de quien lo acompaña, nos sigue a todos lados; a esto le llamamos “la etapa del patito” y quizás la etapa que más genera preguntas en los otros Pumas, pero también frases llenas de empatía como “Ah… yo me acuerdo de que así era yo”, “Ah… yo también hacía eso”, “Es que es chiquito y aún no sabe”. 

En cuanto al ámbito social, los Pumas pequeños observan con cuidado e intentan, fugazmente, acercarse al grupo. De primera mano, los Pumas mayores prueban incluirlo pero al no entenderse -ya sea por los límites cruzados por el recién llegado o los llantos por no entender el juego- desisten. Los Pumas pequeños intentan por cuenta propia acercarse nuevamente, rondan por allí y al no ver la reacción del resto e incluso experimentar un poco de rechazo, descubren lo que es un cofre y una gema. Y eso se vuelve en la maravilla del studio, los Pumas pequeños trabajan y logran muchas gemas, incluso sobrepasando lo esperado para su edad. Pienso que así reciben la atención de los demás, quienes -en muchas ocasiones asombrados- repiten “¡Qué? ¿Cómo hizo tantas gemas!”.

Así pasan algunos meses hasta que algo mágico sucede. Durante el snack se cruzan miradas cómplices o risas acompañando algún momento divertido. Los Pumas mayores se interesan por ayudar al más pequeño en momentos cotidianos como ponerse los zapatos, echarse bloqueador, lavarse las manos o colocarse la casaca. Esta es su manera de hacerlo sentir parte; lo están aceptando en su tribu y esto es percibido por el pequeño Puma. Esto lleva a la copia y el modelado, de los más grandes a los más pequeños.

A partir de estos eventos, los Pumas pequeños inician su día en Tinkuy buscando a sus pares mayores y llega ahí el giro inesperado de la historia, empiezan a jugar más y descuidan sus gemas. El terror y angustia se apodera de sus Mapaches (ma/padres), quienes preguntan ¿por qué? o ¿qué fue lo que pasó? ¿por qué ya no gana tantas gemas?

Las guías acompañamos el proceso, invitamos y ofrecemos opciones, pero nos damos cuenta de que es natural. Desde los tres años y medio hasta los cuatro y medio (incluso cinco años, aproximadamente), los Pumas van descubriendo un mundo nuevo, el de los amigos o amigas, se sienten incluidos y parte de la tribu.

Esta etapa es larga pero importante, inician una fase exquisita de apreciar lo social y emocional. Observamos del lado de los Pumas más pequeños intentos por explicar sus ideas, llantos al no entenderse, frustración frente al rechazo, enojo frente a no obtener lo que desean, así como risas y complicidad al sentirse escuchados e incluidos. Mientras que de la otra parte vemos paciencia al escuchar al otre, volver a juegos más sencillos sin una carga de “ya no soy bebé”, empatizar con le otre, cuidar de le otre, autorregularse en función de lo que le otre pueda observar, “te está mirando y hace lo mismo que tú, porque es menor”.

Lo que estas experiencias les ofrecen es invaluable, la interacción natural y diaria sin nuestra intervención constante ayuda al desarrollo de habilidades blandas que se irán complejizando con el paso de los años.

Luego de los cinco años, el interés por los badges aparece, y se preguntan ¿cómo ganarlos?, tienen intentos que se basan más en hacerlo rápido, marcar por cumplir e incluso mentir. Frustración, enojo y emoción aparecen en pantalla y los Pumas se debaten entre dos decisiones feroces, estar con sus amigues o ganar badges. Inician una batalla real con sus monstruos: Distraction, Resistance, Victimhood.

Pasados los cinco años y medio, o casi llegando a los seis años, algo se activa. Entran en flow. Empiezan a ganar gemas desmesuradamente y el ganar un badge les da pie a querer cada vez más. Los nervios por las gemas van desapareciendo, ganan cinco o seis al día y los ves volver diciendo “creo que ganaré dos más”, que es una forma de decir "quiero seguir trabajando en esto".

El orden sobre sus metas es increíble, se toman espacios, tiempos, consultan por la hora, reparten el trabajo como mejor les parece y más les acomoda. La competencia que aparece entre sus pares también ayuda y todo esto es ejemplo para los Pumas más pequeños que al ver que sus pares más grandes trabajan, ingresan al studio a hacer lo mismo; aun cuando sus intereses -como mencionamos anteriormente- son otros y se encuentran en otra parte de la ruta, por lo que encuentran a los más pequeños y salen a jugar.

Y así se da el ciclo sin fin. Lo interesante de la experiencia multiedad, las interacciones entre ellos, cómo difieren unas de otras, cómo se adaptan unas a otras y cómo -a pesar de las similitudes- cada quien labra su propia ruta.