Por Yassira Huarcaya
Un nuevo inicio de año, que se siente cercano y a la vez, un poco distante; sin mascarillas, sin distanciamiento social, sin saludo con los puños o codos. Viéndonos todo el rostro y no solo los ojos; percibiendo las emociones en todo su esplendor: el miedo, la sorpresa, la alegría. Hace mucho no empezábamos el año así, con un abrazo.
Los reencuentros siempre son mágicos. Sentarse a esperar pacientemente la llegada de los Pumas; gritar sus nombres al verles y tener esas conversaciones interminables de lo nuevo que han vivido en sus vacaciones; de lo cotidiano, de eso que a veces no parece importante, pero en realidad sí lo es. De Puma a Puma o de guía a Puma: reencontrarse es agradecer que seguimos compartiendo este viaje.
Así como los reencuentros son mágicos, los primeros encuentros son maravillosos. Es admirable la facilidad de les niñes para establecer vínculos de manera espontánea, sin interés, sin prejuicio, sin expectativa… con la simple naturalidad de estar y conectar. Un material, un cuento, un juego: cualquier momento es la excusa perfecta para acercarse y decir: “hola”, “yo te ayudo”, “¿cómo te llamabas?”, “yo tengo uno igual en mi casa”, “mi mamá también tiene bebé”, “¿ya quieres comer?”, “¿vamos al arenero?”, “ese es mi cuento favorito”, “ven, yo te enseño donde dejas tu bloqueador”. Una frase tan simple puede ser el inicio de grandes aventuras.
Nosotras las guías no podemos ocultar nuestros nervios el primer día. Tenemos que ser cuidadosas. Buscamos acercarnos, pero sin ser invasivas hacer las preguntas correctas; observar todo para saber cuándo intervenir; estar atentas y alertas, pero relajadas, seguras. Todo eso que no se ve, pero se siente.
Y entonces un Puma se acerca y te pide que le coloques una capa. Aceptas con entusiasmo, y mientras la atas alrededor de su cuello, le preguntas si está muy ajustada. Terminas con un “ya está”; te sonríe con esas sonrisas que llenan todo su rostro y se va apresurado. Segundos después, le escuchas decir: “¡Rosi pone la capa!”. Y es entonces cuando se desvanecen los nervios, los miedos, las preocupaciones y todo lo que teníamos preparado. Porque al final del día, son elles quienes nos enseñan que a veces solo hay que ponerse la capa y saltar.