Por Yassira Huarcaya
En el día a día, los Puma se enfrentan a situaciones y conflictos a los cuales tienen que dar solución. Traen al studio sus ideas pre-aprendidas, las desarman, y nosotras les guiamos a repensar y replantear. Así es como una situación cotidiana activa un cuestionamiento que, luego, se refleja en una reorganización de la dinámica del studio.
Veamos este caso. Ale encuentra un palo en el jardín. Se le acerca otro Puma y se lo quita. Ale le grita que se lo devuelva. El Puma le dice que no, que hay que compartir, y hace un gesto para romper el palo en dos. Ale grita: ¡PUNTO! (palabra clave que eligieron los Pumas de Spark para establecer un límite) tratando de impedir que el otro Puma rompa su palo, pero es muy tarde. El Puma fue más rápido. Ale grita y se enoja, porque no había dado su consentimiento para que se rompa en dos el palo que encontró. Además, había intentado poner un límite y este no había sido respetado. Posteriormente, Ale pide una Mesa de la Paz, que es acompañada por una guía.
Esta situación es luego llevada al close, para conocer lo que los demás Pumas piensan al respecto y cuáles serían sus posibles soluciones. Frente a la pregunta: ¿Qué podemos hacer para que esto no suceda nuevamente?, las respuestas fueron las siguientes:
“Hay que traer muchos palos para todos, así nadie se quita los palos”.
“Mejor que no haya ningún palo”.
Y entonces recordé haber escuchado estas frases en otro momento: “si no saben compartir, entonces me llevo todo”, o “ya, mañana compro uno para cada uno, así no se pelean”. Son frases que usan frecuentemente les adultes para cortar la “pelea”, pero con ellas también se corta la interacción y la posibilidad de aprender a poner límites por sí mismes, llegar a acuerdos, o simplemente aprender de las consecuencias.
Los Pumas de Spark encuentran o crean herramientas para poner límites, solucionar conflictos y llegar a acuerdos. El año pasado, cuando aún eran Explorers, inventaron “El cartel de la calma”, para aquellos Pumas que, mientras jugaban, se emocionaban demasiado y se desbordaban físicamente, con el riesgo de lastimar a otros Pumas o a elles mismes. Estos Pumas necesitaban calmarse cuando sentían que —en sus propias palabras— “no podían controlar su cuerpo”. Dentro de las opciones propuestas para calmarse, escogieron las siguientes: hacer un origami mientras se piensa en algo que uno quiere; leer un cuento, hacer un dibujo o armar un rompecabezas.
Este año, cuando un Puma no quiso hacer studio maintenance, llegaron a la conclusión de que podían quitarle una gema, pero que era importante primero avisar con un first warning. Quisieron optar por medidas más severas, como quitar un badge y que lo tuviera que hacer nuevamente desde el principio; pero consideraron que esto solo correspondía frente a algo “muy muy muy malo”, como escaparte de Tinkuy o botar todos los materiales de los studios y no recoger ni una sola pieza.
A sus 4, 5 y 6 años, los Pumas de Spark son capaces de reconocer lo que quieren y lo que no quieren que pase en su studio. El studio es suyo, es su espacio, el lugar donde elles establecen sus acuerdos, donde aprenden que romperlos trae consecuencias; pero que no está mal tener un mal día o una semana lluviosa. Si ellos son capaces de llegar a esos acuerdos, entonces, ¿para qué nos necesitan a nosotres, les adultes? Pues para que luego de equiparlos, confiemos y disfrutemos del proceso… sin ofrecer palos para todes, o para nadie.