Por Rosa Torres
Habitar los espacios públicos es una forma de hacer pedagogía. Los Pumas lo demuestran cuando nos alistamos para ir al parque y son conscientes de que existe todo un mundo por descubrir allá afuera. Salir de Tinkuy —como infraestructura— no es salir a un espacio vacío de aprendizajes. Todo lo contrario: es seguir aprendiendo afuera. Existe un ritual detrás, un ritual que va de la mano con la construcción de ciudadanía; un ritual que se convierte en un insumo importante para la Ruta de Héroe de nuestros Pumas.
Los Pumas Spark tienen una rutina para alistarse para salir al parque: van al baño, se ponen bloqueador, zapatos, preparan su tomatodo y buscan a su partner de ruta. Esta primera parte se relaciona con su autonomía, autocuidado y recordar acuerdos para ir al parque: tomar la mano de su partner, llevar el cartel de STOP, caminar por la vereda.
La segunda parte es la ruta en sí. Los Pumas caminan aproximadamente dos cuadras para poder llegar al parque. En esa ruta, junto a su compañere, realizan juegos de motricidad de forma intuitiva, natural. Suben los bordes de la vereda y luego saltan; brincan con un pie y aprenden de coordinación caminando al ritmo de su compañere; se detienen cuando debemos cruzar la pista. Los Pumas esperan que el Puma in charge detenga los autos para que todes puedan cruzar. Un ejercicio de liderazgo y cuidado comunitario que los Pumas valoran mucho. Ese pequeño momento basta para que se cuestionen sobre el tránsito de la ciudad y por qué es necesario tener el cartel de STOP.
“Sin el cartel, quizá los autos no nos hacen caso y eso es peligroso”, comenta Vicentte. Él lleva la discusión al grupo.
“Aquí no hay muchos carros, pero hay otros lugares donde sí hay muchos y es más peligroso”, le responde Emilia.
“Sí, por eso sí es necesario que andemos con el cartel. Hay adultos que no nos hacen caso”, agrega Isadora.
Los Pumas se recuerdan a sí mismos que es importante estar atentos cuando caminamos por la calle, sobre todo cuando se cruza una pista. Nuevamente reiteran el cuidado colectivo.
Los Pumas construyen vínculos externos en sus salidas. “Gringo” es un perro vecino de Tinkuy que se deja acariciar cuando pasan frente a su casa. También coinciden caminos con niñes de un nido del barrio. Los Pumas se preguntan por qué actúan de ciertas formas o cómo estudian. A veces se encuentran con bebés y niñes pequeños que aún no van al nido, y que están en el parque con sus acompañantes. Ya conocen a la señora de Serenazgo, que amablemente les ayuda a cruzar la pista cuando les ve. Esta ruta corta, de menos de 10 minutos, nos regala preguntas y respuestas estimulantes, e importantes diálogos que pueden convertirse en una canción, o simplemente, en una anécdota que nos cause sonrisas.
Llegar al parque implica, también, evaluar sus condiciones: ¿podemos estar en este espacio o en otro? ¿Está húmedo el pasto? ¿Consultamos con seguridad ciudadana? ¿Dónde podemos estar mejor? Una vez que llegan al parque se encuentran con la frescura que da la sombra de los árboles, los insectos y las hojas. Se encuentran entre elles mismes decidir qué van a jugar, mientras otros optan por seguir dialogando sobre la vida.
Estas líneas son una invitación a detenernos a pensar cómo son los Pumas en espacios más allá de la escuela. ¿Cómo habitan su cotidianidad? ¿Qué piensan mientras caminan? ¿Qué se detienen a mirar y observar? ¿Qué diálogos surgen en estos espacios fuera de Tinkuy? Es una invitación, también, a ponernos unos lentes imaginarios que nos permitan ver el entorno desde su mirada. Dimensionar el tamaño de un árbol desde la altura de un niñe es todo un ejercicio de imaginación y empatía. Quizá por ello, las infancias ven su entorno como un espacio de infinitas posibilidades.