Por Adriana Seminario
La experiencia “Colonial Tinkuy” nos ha regalado varias lecciones durante estas tres semanas del cuarto trecho. Nos ha permitido hablar de historia, de justicia, de rebeldía, de organización y de trabajo en equipo. Pero sobre todo, ha permitido que los Pumas se conozcan mejor y sepan, cada vez con mayor claridad, cuáles son sus fortalezas y debilidades para seguir trabajando en ellas a lo largo de su ruta.
En primer lugar, los Pumas han viajado en el tiempo para enfrentarse al estilo de vida en la Colonia. Se han sentido frustrados y desesperados por no poder cambiar las cosas fácilmente. Las guías, por nuestra parte, nos dimos cuenta de lo poderosos que son: protestan cuando las cosas no son justas y quieren cambiarlas, con razón. Sin embargo, también pudimos constatar que están acostumbrados a que las cosas sean justas, a ser escuchados cuando protestan por algo que perciben como injusto y a que se les haga caso en sus justas demandas. La ceguera ante la injusticia y la sordera ante el diálogo, eran algo totalmente fuera de sus registros. “No es justo”; “no tiene sentido revivir algo que estaba mal”; “¿para qué vamos a pasar de nuevo algo que ya se superó?”, nos repetían algunas de las niñas y adolescentes del Studio. Estaban indignadas.
“¿Cuánto les tomará llevar esa frustración a la acción?”, pensábamos las guías. No demoró mucho hasta que decidieron hacer algo: arriesgarse y ver si su intento de rebelión podía salir victorioso. Pero no fue así, y entonces, las vimos desesperar; vimos a alguna quebrarse de rabia y frustración. ¿Es demasiado? La acompañamos de cerca, guiamos su enojo, pero no le dimos respuestas o soluciones. Al día siguiente, nos sorprendió: “¿Sabes que mi apellido fue importante en el Perú?, ¿sabes que aún es importante? Eso quizás nos puede ayudar en algo”, explicó. Les dijimos que no, que las reglas ya habían sido pactadas y tenían que jugar con ellas el resto del juego. Ella no entendía cómo podíamos avalar reglas injustas. “Por si acaso, mi madre es ____, si eso sirve para inferir [sic] en su palabra”, le escribe luego al Virrey implorando que levante las sanciones impuestas al pueblo por su intento fallido de rebelión. Se abre entonces un debate sobre padres, madres y linaje. Otro Puma me pregunta: “¿Tú hija de quién eres?”.
Se quedaron sin tomar acción algunos días. No tenían muchas ganas de nada, pero las cosas se ponían cada vez más difíciles. El juego continuaba: el Rey mandaba proclamaciones desde España y cada una era más injusta que la anterior: ¿pagar impuestos?, ¿levantar la mano para hablar?, ¿avisar cuando quieres cambiar de actividad? ¡Esto ya no era Tinkuy! Parecía más bien una terrible pesadilla. Al fin, se organizaron y redactaron una segunda declaración de rebelión. Pero ahora se enfrentaban a otro obstáculo: algunos Pumas se rehusaban a firmar, temerosos de la posibilidad de que las cosas empeoren (la declaratoria de libertad debía ser firmada por todes). “¿Cómo pueden no querer firmar?”, se preguntaban extrañados dos Pumas que intentaban de todo para conseguir las firmas.
Se creó una rutina y parecían haberse adaptado a la nueva realidad. Hasta que el Virrey proclamó el fin del tiempo libre. Inmediatamente, había tres cartas al Rey y dos declaraciones de rebelión. Estaban listes; se inició la rebelión y finalmente ganaron en el segundo intento. Los gritos de emoción por la libertad conseguida retumbaban en las paredes; resonaban por todo Tinkuy. No podían creerlo. Al fin terminaba este juego que a veces daba risa, pero otras, no tanto. Les dejamos disfrutar y les vemos sonreír: su esfuerzo valió la pena. No tenemos corazón para decirles en ese momento que había una segunda parte del juego, así que esperamos hasta el día siguiente.
Al reencontrarnos, les damos las nuevas reglas: lo más difícil de conseguir la libertad, es saber cómo manejarla y qué hacer con ella. Debían formar un primer gobierno y sentar las bases de la República (nuevas reglas). ¿Qué país libre quieren construir? Entre peninsulares y criolles lanzan una moneda para definir quiénes jugarán a ser hombres criollos en los primeros días de la nación y están listes para tener su primera Asamblea Congresal. ¿El reto inicial? Elegir a un presidente. Hay algunos Pumas que juegan a ser mujeres criollas: pueden aconsejar, pero no tienen voto en la elección. Entonces se escucha decir: “Ya te escuchamos, ahora vamos a decidir solo nosotros que somos hombres”. Luego se ríen porque saben que lo que dicen no es lo que elles dirían; pero están jugando y lo están disfrutando también.
Una vez que han elegido al presidente, se ponen de acuerdo: “todos queremos ser libres”, no hay dudas. Se inicia un Gobierno bastante permisivo: abolieron la esclavitud y todos los impuestos, incluyendo el impuesto indígena; puedes hacer lo que quieras, pero debes hacer los puntos suficientes para pagar nuestra deuda externa. Los Pumas están seguros de que esto funcionará a la perfección: “así nadie se enoja y no se rebelan”. Pero el primer día de prueba no sale como ellos esperaban: no llegan a la meta de productividad y las representantes de los países acreedores (las guías) les embargan todas las hojas de papel del Studio. “Solo faltaron 13 puntos; ¿qué vamos a hacer mañana?”, se preguntan angustiades.
Al día siguiente lo vuelven a intentar. Me sorprende muchísimo verles segures en su forma de gobernar: “Solo hay que darles una advertencia, así no se enojan. No queremos que se rebelen. Todos queremos trabajar y poder jugar”. Al final del día, lo han logrado: tienen un Studio que, sin muchas reglas y con poquísimas palabras, ha logrado alcanzar su meta de productividad. Cada une sabe lo que hace en este juego que conocen muy bien: el juego de la libertad.
Vivo fascinada compartiendo mis días con niñes y adolescentes que a veces parecen entenderlo todo con simpleza y perfección. Me sorprenden sus palabras, sus argumentos, sus emociones genuinas y su honestidad para decir que están cansades o hartes. Pero sin duda, lo que más me sorprende son sus ganas de que todes, sin excepción, estén bien. Debo confesar que me encantaría que nuestra clase política les viera por un día. Así quizás comprendería que solo podemos alcanzar el bienestar propio buscando el bien común; como lo hacen nuestros Pumas, como su lucha por la libertad.
Eso sí, no hemos visto aún surgir un movimiento sufragista en pro del voto universal. Nace una nueva pregunta socrática: ¿Qué preferirías: un gobierno justo y eficiente en manos unos cuantos; o un gobierno ineficiente y frágil en manos de todes?