El rechazo… ¡Qué miedo!

El rechazo… ¡Qué miedo!

Por Yassira Huarcaya

La propuesta del trecho pasado fue desarrollar un emprendimiento. En el studio Spark tuvimos dos propuestas: hacer un negocio como tal, y “jugar a vender”. El objetivo, como siempre, fue ofrecer a los Pumas más pequeños del studio opciones que estén a su alcance.

Todos los Pumas decidieron hacer un negocio real, con precios, publicidad, y un stand que posteriormente se mostraría en una mini-feria en Tinkuy. Todo esto como parte del quest pero también una simulación de lo que será el Children Business Fair. Pensaron en sus propuestas y, al ver que algunos tenían ideas similares, decidieron hacer alianzas y formar pequeñas sociedades empresariales. También hubo quienes decidieron emprender de manera individual.

La cuota de ternura la puso el Puma más pequeño quien faltó el día en que se definieron los negocios y, luego de explicarle lo que se debía hacer, deseaba vender helados ya producidos y de una marca específica. Aunque intentamos explicarle que podía preparar sus propios helados, él nos argumentaba que necesitaba la envoltura y esa envoltura en específico (de la marca). Llegar a la conclusión de que eso no se podía nos tomó varios minutos. Sin embargo, le propusimos integrar algún equipo ya formado y eligió a los “Cremoladosos” (adivinen qué vendían) como primera opción.

Los Cremoladosos conversaron entre ellos, dos integrantes aceptaron de inicio, mientras que a uno de ellos se le notaba preocupado. Me acerqué y le pregunté qué habían decidido, y me dijo: “es que ellas quieren, pero yo no”.  Le pregunté la razón de su decisión, a lo que él respondió: “no me molesta que esté en nuestro equipo, pero es que es muy chiquito y a veces cuando quiere algo, como es pequeño, llora… imagínate que nos paguen y él quiera esa moneda, se va a poner a llorar, ¿y quién lo va a acompañar? ¿Y si mientras lo calmamos nos siguen pidiendo cremoladas? ¿quién las haría? ¿Y si no se calma?”. Luego de escuchar atentamente le dije que me parecía importante comunicarle esas preocupaciones a sus compañeras de equipo. Así lo hizo, una de ellas sostenía que sí podían acogerlo en el grupo, mientras que la otra apoyó la preocupación. Finalmente, decidieron no incluirlo. 

Los Pumas reconocen lo complicado que podría ser acogerlo porque conocen a su compañero y logran percibir lo que él necesita de ellos. También, a pesar de que son jóvenes, pueden saber a grandes rasgos lo que ellos necesitan de un socio. Aunque estas situaciones son parte del día a día, y elles han aprendido a gestionarlas sin nuestra intervención constante, en una feria y con las responsabilidades que tendrían en ese momento, quizás sería una misión abrumadora.

El Puma cremoladoso le comunicó al Puma más pequeño sobre la decisión, a lo cual aceptó asintiendo con la cabeza y luego se acercó a mi lado con el rostro un poco triste. Le acerqué mi mano y antes de que pudiera decir algo, una Puma del grupo de “Los mejores chups” se acerca y me pregunta “¿qué pasa Yass?”. Le explico a grandes rasgos lo sucedido, su carita se ilumina y levanta su dedo índice de la mano derecha, pero algo pasa por su mente y se lleva la mano cerca a la boca como pensando. “Creo que (Puma cremoladoso) tiene razón, realmente va a ser muy difícil para él porque es pequeño, tenemos que estar mucho tiempo en el stand y si ve a su mamá seguro va a querer ir a dar vueltas por toda la feria, va a dejar el stand y eso no se puede. Y si le pedimos que se quede, como es chiquito y prefiere estar con su mamá, va a llorar”.

La escuché con atención, al igual que el Puma más pequeño que seguía a mi lado. Volteé y le dije, “¿Prefieres estar con mamá viendo la feria o mucho, mucho tiempo en el stand?”, sonrió y me dijo “con mamá”. Le devolví la sonrisa y le dije que no había problema, que en ese caso podía ayudar con la decoración, “¿dibujo helados?” me preguntó, a lo que respondí “si deseas”, moviendo la cabeza.

Creo que la palabra “rechazo” es una de las que más nos hace temblar a les adultes, sobre todo si se trata de imaginar que une niñe sea rechazade. A veces el miedo de que un Puma sea rechazado y que, por ende, esto le genere tristeza, nos aterra. En mi proceso de deconstrucción de la mente adulta tradicional, esto sin duda ha sido uno de los procesos más complejos y hasta ahora ronda por mi cabeza la típica frase “pero dejen que juegue, es chiquito”. Sin embargo, darles el espacio para que los Pumas reflexionen y expresen me demuestra no solo que pueden ser coherentes, asertivos y amables, sino que es una vía muy valiosa de aprendizaje en el que todos se sienten respetados.

Esta es la base con la cual les niñes aprenden lo que es, en la práctica, el consentimiento. Caso contrario que si los hubiera presionado a que integren al Puma más pequeño a la fuerza, lo que hubiera terminado potencialmente en Pumas frustrados y enojados. El Puma pequeño habría muy probablemente terminado llorando o abandonando la tarea y sintiéndose peor. Por intentar proteger los sentimientos de uno, hubiera sembrado la idea en los demás de que su “no” no es válido, y que sus razones no cuentan ni merecen ser escuchadas. A la larga, podría apagarse esa vocecita interior de alerta que este Puma con dudas apenas escuchaba pero no se atrevía a compartir. Ser respetados hará que aprendan también a respetar.

El rechazo es parte de la vida, una la parte un poco amarga de la vida. Experimentar rechazo de manera natural y en situaciones reales puede ser triste, amargo y frustrante, pero necesario. Es útil sobre todo, si somos capaces de vencer la mentalidad de víctimas y verlo como una oportunidad de aprendizaje, identificando qué toca hacer (otra cosa, cambiar actitud, practicar habilidades, madurar, esperar turno, etc.). La palabra es fuerte, sin duda; sin embargo, estoy segura de que gracias a muchos de los rechazos que hemos podido experimentar a lo largo de nuestra vida, hemos terminado en el lugar correcto.