What a day!

By Adriana Seminario

Parecía un lunes como cualquier otro, pero estaba a punto de convertirse en uno de mis lunes favoritos. Caminaba por la avenida hacia Tinkuy y pensaba: “Esta semana dejaré que los Pumas enfrenten las consecuencias naturales de sus decisiones”. Hay periodos en los que batallamos más con la idea de dejarlos fracasar; pero sin darnos cuenta, en el día a día, los ayudamos o salvamos cuando no lo necesitan, y eso les quita la oportunidad de aprender de sus propias decisiones. 

Ese lunes, como decía, era como cualquier otro hasta que llegó el fin del almuerzo. Los Pumas estaban recogiendo sus platos, limpiando las mesas y lidiando con las pequeñas discusiones que surgen al tener que hacerse cargo del orden y la limpieza. Algunos Pumas empezaban a formar la fila para irnos al parque del Museo de Arte Contemporáneo. De pronto, escucho a dos Pumas discutir; mi oído y mi intuición se despiertan. “No intervengas”, me digo. Pero me mantengo atenta, mientras termino de organizar los coolers de La Revolución. 

Caetana, que trató de intermediar, está llorando, la discusión se ha salido de control. Los Pumas buscan a las guías. Ellos saben cuando se les ha escapado un conflicto de las manos y buscan formas de solucionarlo. Veo a uno de los Pumas involucrados llorar y gritar; me acerco a él y le pregunto si necesita un tiempo para calmarse. Hay algo que resolver, está claro. Hay algo que los Pumas le quieren decir. Moana lo busca también, está claramente molesta. 

Me tomo unos minutos con él, mientras el resto del Studio se reúne con Ale y empiezan a explicarle lo que ha sucedido. Él está muy molesto; recuerda muchos lugares y ocasiones en que lo han molestado; siente que los sistemas no funcionan. 

—Pero les digo, una y otra vez, y no me hacen caso —dice el Puma—. Les digo que les voy a pedir una Hero Coin y no se detienen. Les he dicho millones de veces que no me gustan esas bromas y me siguen molestando.

—Les dices que les vas a pedir una Hero Coin —responde Giulia, con quien había estado peleando—, pero, ¿la pides realmente?

—Es que el sistema no funciona —replica él—; ¡su sistema no funciona!

El Puma se toma unos minutos. Le preguntamos si quiere hablar con el Studio y aclarar la situación, utilizar la oportunidad para decirles a sus compañeres estas cosas que lo van cargando y haciendo sentir que Tinkuy no es un lugar seguro para él. El Puma dice que no cree estar listo, pero empieza a caminar hacia el Studio, se detiene en la puerta, lo duda, pero finalmente entra y se sienta en silencio. 

Sus compañeres empiezan a contar lo sucedido abajo. Giulia toma la palabra y cuenta, de manera honesta, que ella golpeó a su compañero “solo porque sí”. Menciona que no lo golpeó fuerte, pero que sabe que no debió hacerlo. Nos cuenta que él le respondió con otro golpe y que no le gustó. Entonces empiezan a discutir, y Camilo toma la palabra. Nos cuenta que él le explicó que no puede reaccionar golpeando, y que le pida una Hero Coin a Giulia si lo ha golpeado. “Le pasé la voz”, nos dice mientras nos muestra con su cuerpo que él también golpeó al Puma. Nos detenemos un momento para aclarar lo que Camilo nos está contando.

—¿Le pasaste la voz o lo pateaste? —pregunta Giulia.

—Bueno, quizás fue un poco fuerte y no debí hacerlo —respondió Camilo—. Pero yo le quería decir que golpear no es la forma de solucionar los problemas, que si me pasara a mí, yo le pediría una Hero Coin. 

Caetana toma la palabra, y nos cuenta, aún con lágrimas en los ojos, que ella intervino porque “no me gusta que los conflictos se solucionen peleando”. Cuando ella intentaba explicarle al Puma que pelear no es una opción, él quiso darle un ejemplo y dijo: “Si alguien te tira una cachetada así… (y le dio una cachetada)”. Caetana nos cuenta que ella sabía que él no quiso golpearla tan fuerte, pero, aunque intentó calmarse, no podía dejar de llorar. Estaba “en shock”, como menciona ella, y solo seguía llorando porque el golpe la había sorprendido demasiado. 

El Puma levanta la mano mientras Caetana habla y, en primer lugar, dijo que lamentaba haber golpeado a Caetana. Luego nos dijo que lo que más le molesta de todo y lo que no logra entender es que “todo el Studio me dice a mí que no golpee, pero yo no empecé. Es como si habláramos de Hitler. Hitler empezó a matar judíos y los judíos se tenían que defender. Nadie podría culpar a los judíos por defenderse y yo solo me estoy defendiendo como me han enseñado, que es devolviendo el mismo golpe”. Los Pumas se quedan en silencio y la guía le pide que cuente al Studio qué es lo que hace que él se sienta tan molesto. El Puma continúa: “Yo he vivido en muchas situaciones lo mismo, en el colegio anterior me molestaban también y no me escuchaban cuando decía que paren. Por ejemplo, me dicen chato y enano, y yo estoy harto porque no es algo que yo pueda controlar”. 

Vemos a varios Pumas levantar la mano. Él le pasa la palabra a Braulio, que le dice: “Quiero pedirte disculpas. Sé que a veces te he fastidiado así y no sabía cuánto podía molestarte”. Lima continúa: “Yo también he hecho comentarios así, a pesar de que me dijeron que pare, porque me parecía gracioso. Discúlpame”. Giulia, por su parte, tiene algo más que decir: “Yo empecé. Él no empezó y (se le entrecorta la voz)... quizás esto active una alerta o algo así, pero no me importa. Sé que yo he sido la responsable de este conflicto. No debí golpearlo”. 

Como Studio, nos tomamos un minuto para pensar en lo que está pasando. Las guías le decimos a los Pumas que lo importante no son los errores. Todes cometemos errores, y los conflictos son parte de la vida. Lo importante es poder reconocer que nos equivocamos, aceptar con honestidad y valentía, como Giulia, que hemos cometido un error y que queremos enmendarlo. Buscar formas de reparar y no volver a herir a quienes dañamos. 

Braulio interviene: “No saben lo raro que es y lo afortunados que son ustedes. El año pasado no habríamos podido tener una conversación como esta en Agora”. Las guías continuamos: “[Puma] ha tenido la oportunidad de expresar lo que le molesta y, aunque no justifica su reacción, hemos podido entender un poco de su mundo interno y por qué se viene sintiendo de este modo”. 

Ese lunes, que empezó como cualquier otro, que comenzó con una promesa conmigo misma para mantenerme en modo socrático, nos permitió ver la maravilla de un espacio learner-driven. Un espacio donde los Pumas aprenden a gestionar sus emociones, se reconocen falibles y se escuchan. Quizás, una muestra más de cómo deberíamos manejar más nuestra sociedad.