Ver el futuro en un partido de Paintball

Por Kailey Nuñez, mamá Discovery

La primera vez que jugué Paintball tuve muchas expectativas. En los años noventa me había amanecido tantas veces jugando DooM junto a mis hermanos que, frente a la idea del Paintball, imaginé toneladas de estrategias, incluyendo a mí corriendo y gritando “¡cúbreme!”, hasta alcanzar la bandera contraria.

Sin embargo, cuando efectivamente mis amigues y yo jugamos aquella primera vez (todes teníamos más de treinta años en ese momento), solo conseguí dos moretones que me duraron tres meses. No tuvimos estrategia alguna.

El fin de semana pasado, algunos Pumas entre seis y once años jugaron Paintball con bolitas de hidrogel (no duelen al caerte encima). Los animadores del juego hicieron dos equipos: uno de niñas y otro de niños. Aunque pensamos que era lo común en este tipo de juegos, uno de los Pumas mencionó que le parecía raro pues ellos suelen armar grupos mixtos (y aquí comienza una serie de acontecimientos que me llamaron la atención y que iré remarcando en este relato).

Empezaron su primera ronda y los chicos salieron corriendo rápidamente en modo ataque. Algunos Mapaches (así nos llamamos dentro de Tinkuy les madres y padres = ma/padres) imaginamos que tal vez ellos tenían más experiencia, que quizá juegan más videojuegos y por eso eran más aguerridos y entradores.

El equipo de las chicas permanecía en modo defensa, evitando que el equipo contrario llegue a su base y gane, pero casi sin moverse de su territorio. Yo las animaba desde mi lugar a avanzar e intentar llegar al otro lado. Ellas hacían aproximaciones y retrocedían. Imaginé que quizá tenían miedo.

Minutos después, los chicos fueron quedándose sin municiones y fueron saliendo uno a uno, mientras el equipo de las chicas seguía completo y su base a salvo. Cuando el equipo de chicos quedó con pocos jugadores, las chicas llegaron hasta la base de ellos y ganaron la primera ronda. Una de ellas se acercó y les dio la mano.

Cuando las felicité me contaron que esa era su estrategia: si las balas se les acababa al equipo contrario, ellos iban a perder. Fueron cautas intencionalmente. Yo imaginé cualquier cosa menos eso. Es importante mencionar que durante el juego coordinaban, se daban indicaciones. Lo tenían todo pensado. No tenían miedo. Tenían una estrategia que ejecutaron hasta ganar.

Antes de entrar a la siguiente ronda, escuché a Leyla (mi hija) recordarles: “No disparen por las puras, recuerden que son balas conscientes” (el mindset claro; un equipo alineado ya había consolidado un concepto tan profundo). Lo que no esperaban es que esta vez los chicos también tuvieran una estrategia.

Los chicos entraron a la cancha, apuntaban y movían sus armas pero no salían balas, solo hacían el ademán de disparar.  En lugar de tomar la ronda anterior como una derrota definitiva y bajar la cabeza, se dieron cuenta de su error y desarrollaron una táctica para despistar a sus rivales. Pero no solo eso, su ritmo de juego cambió. Ubicaron en la defensa a los dos más pequeños que cuidaban ferozmente su base mientras los más grandes salían a atacar.

Las chicas también cambiaron su dinámica de juego saliendo hacia el ataque. Mientras esto pasaba, el árbitro se acercó a la banca donde estábamos los mapaches y nos dijo: “Tienen experiencia ¿verdad?”. Le contamos que era la primera vez que jugaban y nos dijo que se notaba la estrategia y que no era algo que veía comúnmente.

Al terminar la ronda le pregunté a Xavi (Puma del equipo de los chicos) si a él le sorprendía que hayan creado una estrategia. Me dijo que eso era normal, que es algo que hacen en Tinkuy todos los días: “cuando firmamos un contrato, cuando llegamos a un acuerdo, hasta cuándo tenemos que identificar si algo merece o no una alerta, nos toca conversar. Es lo mismo que hacer estrategias, conversamos para llegar a acuerdos y conseguir el mejor resultado”. 

Y claro, si en tu día a día te acostumbras a conversar con tus compañeres, a tomar una pausa mientras te diviertes para pensar en qué toca mejorar, tienes bien entrenado este músculo. Y cuando te toque competir, vas a encontrar una estrategia y no lo vas a hacer sole si no junto a tus compañeres.

Minutos después, vimos jugar a otro grupo de niñes mayores de otro colegio. Cuando dieron la partida, todos corrían y disparaban, no buscaban la meta. La única acción coordinada que observamos fue cuando todos, sin importar de qué equipo fueran, le dispararon a un niño.

El árbitro me dijo cuando vio jugar a los Pumas: “Tienen experiencia, ¿no? porque juegan con estrategia”, a lo que respondí: “no, nunca han jugado esto”. Estaba genuinamente sorprendido. Luego me contó que, por lo general, les niñes no siguen la reglas, no son ordenados. Los Pumas, en cambio, escuchan y juegan organizándose. "Ellos sí regresan a la base cuando reciben un tiro, los otros niños no lo hacen", me dijo el árbitro.

Durante sus partidas de Paintball vimos comunicación, liderazgo, estrategia, la capacidad de reconocer los errores y replantear un juego. Emocionada con todo esto que mi hija y sus amigues consiguieron en pocos minutos pensaba: “Se nota. Todo el esfuerzo que hacen en su Hero’s Journey. Los momentos en los que fallan rápido y barato. Las situaciones en las que con autonomía resuelven sus conflictos. El ganar con honor y perder con gracia que viven en el día a día de Tinkuy; se les nota. Lo llevan a cada cosa que hacen. Les equipa para cosas nuevas y para la vida”.

A partir de esta experiencia, me pregunté: ¿Cuántos adultos podríamos mejorar así de rápido? ¿Podemos comunicarnos de inmediato y con firmeza para mejorar un resultado? ¿Los adultos juegan Paintball con estrategia?

Más adelante, nos dejaron jugar a los Mapaches. Nos organizamos tan pronto pudimos y fue un combate reñido (un poquito más cerca de mi ilusión con DooM). Se nota que nosotros también aprendemos de los Pumas.

“Se nota. Todo el esfuerzo que hacen en su Hero’s Journey... El ganar con honor y perder con gracia que viven en el día a día de Tinkuy; se les nota. Lo llevan a cada cosa que hacen. Les equipa para cosas nuevas y para la vida”.
— Kai