Por Giannira Giunti
Mi primer año en Tinkuy ha culminado y, al reflexionar sobre este tiempo, me doy cuenta de que ha sido un viaje de aprendizaje compartido. Mientras la Tribu enfrentaba desafíos y victorias, yo también lo hacía. Al mirar atrás, no puedo evitar cuestionarme: ¿Qué significa ser Guía en Tinkuy? ¿Qué se necesita para asumir este rol? Cada vez que pienso en estas preguntas, encuentro respuestas nuevas y distintas. Hoy quiero compartir mi intento por responderlas.
Para mí, ser Guía significa confiar en el proceso de los Pumas. Es respetar cada camino individual, aprender a ser amiga del tiempo y de las posibilidades. No se trata de controlar, sino de abrir puertas, ventanas y, si es necesario, ¡techos! Ser Guía es desafiarse a repensar lo que se cree tener claro y recibir lo confuso o incierto. Guiar se trata de crear diferentes espacios para que la Tribu explore y encuentre qué camino se ajusta mejor a ella. Guiar es, al mismo tiempo, velar y admirar la individualidad de cada Puma.
Si tuviera que explicarlo de otra manera, lo compararía con el arte de cultivar. Las Guías trabajamos la tierra, la preparamos con las mejores condiciones posibles para recibir las semillas: agua, luz, un buen arado y abono. Sin embargo, nunca sabremos del todo qué hay debajo de la superficie. Aun así, confiamos en que, al esparcir un puñado de semillas, algo germinará. Sabemos que no todas las semillas crecerán, así como no todas las oportunidades que ofrecemos serán tomadas. Pero basta con que una de esas oportunidades funcione, para que el Puma experimente una transformación. Cuando las semillas comienzan a germinar, el asombro es auténtico. Cada brote, cada floración, es un motivo de celebración.
Ser Guía es un reto personal. Es un constante mirar hacia adentro para reconocer que muchos de los obstáculos no provienen de afuera, sino de uno mismo. Guiar implica desarrollar un ojo fino y optimista para señalar y celebrar cada pequeño paso y cada avance nuevo, por pequeño o imperceptible que parezca.
Acompañar también significa reprogramar una mentalidad moldeada, para muchos de nosotros, por una educación tradicional. Acompañar intencionalmente requiere cultivar una mirada enfocada en el proceso y no en el resultado, y para eso es necesario mirar con amor. Porque si no transmitimos amor, ¿cómo inspiramos el amor por aprender, compartir, preguntar y cuestionar?
Y eso, queridos lectores, me lo ha enseñado la Tribu de Discovery. Los Pumas me han mostrado que el acompañamiento auténtico no es una lista de tareas por cumplir; sino que es una invitación constante a crecer como persona.
Cierro este blog quizá sin responder del todo las preguntas que planteé al principio. Tal vez porque ser Guía no es algo que se pueda definir completamente. Es un proceso vivo, una experiencia que trasciende un método concreto; porque lo experimento como una invitación a crecer, a inspirar y a ser inspirado.